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La Nueva Contracultura y su Fracaso

Tipo de proyecto

Pamfleto

Fecha

2025

Ubicación

Puerto Rico

Hubo un tiempo en que la contracultura era sinónimo de disidencia, de rebeldía genuina contra el poder establecido. No era una moda ni un eslogan vacío, sino un acto de resistencia, una postura incómoda ante el statu quo. Pero el tiempo es un juez cruel, y lo que un día fue una amenaza al orden se convirtió en su mejor defensa.

El progresismo moderno, que en su origen desafiaba las instituciones, terminó por apropiárselas. Lo que antes se gritaba en las calles ahora se dicta en las juntas corporativas; lo que una vez fue underground ahora es contenido aprobado por algoritmos. La contracultura dejó de ser una lucha desde los márgenes y se convirtió en la ideología oficial, aquella que premia a quienes la siguen y castiga a quienes la cuestionan.

El resultado fue predecible: cuando la rebeldía se institucionaliza, deja de ser rebeldía. Y cuando la disidencia es penalizada desde el mismo sistema que antes era el enemigo, la gente empieza a buscar alternativas. Así es como nace una nueva ola, un contragolpe silencioso que busca recuperar la espontaneidad perdida. Solo que esta vez, el péndulo no se mueve hacia adelante, sino hacia atrás.

El progresismo que alguna vez representó la libertad ahora impone códigos de pensamiento. En su afán de justicia, terminó replicando los mecanismos de censura que alguna vez combatió. En su lucha contra la opresión, olvidó la importancia del disenso. La nueva contracultura no fue derrotada por la derecha, ni por conspiraciones externas: cayó por su propio peso, por su incapacidad de adaptarse al mismo mundo que ayudó a moldear.

El fracaso no está en sus ideales, sino en su arrogancia. La creencia de que el progreso es una línea recta y no un péndulo. Que la historia avanza sin resistencia. Que los seres humanos pueden ser reprogramados como sistemas, sin entender que la rebeldía es un fuego que no puede ser domesticado.

Las viejas estructuras siempre vuelven. No porque sean mejores, sino porque la alternativa se vuelve insoportable. La nueva contracultura nunca fue contracultura: fue una fase de transición entre un poder viejo y un poder nuevo. Y cuando el nuevo poder se convirtió en lo que juró destruir, el ciclo se reinició.

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